lunes, 29 de agosto de 2011

Con la misma pluma


Durante cuatro años supo imprimirle su impronta a Casi ángeles y hoy hace lo propio en Herederos de una venganza. Aunque historias distintas, destinadas a públicos diferentes, entre las dos un nexo: ell lápiz de Leonardo Calderone.

Existen dos caminos posibles: que cada obra de un mismo autor no se parezca en nada a la anterior, o que se puedan encontrar marcas/huellas que den cuenta de una repetición de pluma.

El caso de Adriana Lorenzón es paradigmático ya que en este momento se ven en pantalla dos ficciones de su autoría (El elegido y Sr. y Sra. Camas) que de, cuerpo entero, son netamente distintas.

Pero existen otros como el de Marta Betoldi, que si bien no “calca” programas en lo más mínimo, tiene una forma de contar historias blancas (Socias, Ciega a citas y Cuando me sonreís) que, en mayor o menor medida, resulta familiar.

Aún así el caso convocante es el de Calderone, que hasta 2010 relató la tira de Cris Morena y hoy está al mando de la telenovela de Pol-ka. Su forma de contar historias en TV pone de manifiesto un estilo y una elección temática que bien puede hallarse en ambos productos.

Excelente profesional de su materia, en Casi ángeles supo encontrar una creativa vuelta para, más que todo en el último año, incluir en el argumento destellos de la Segunda Guerra Mundial, de la Dictadura Militar, de la purificación de una raza y de la expropiación de bebés.

Del mismo modo, durante esta temporada en Herederos de una venganza trajo a colación el nazismo y su ramificación mundial con la historia de la fundación de Vidisterra.

Para más, existe un recurso basado en un diálogo que se convierte en voz en off y que sirve para encadenar imágenes que se usaba mucho en la anterior ficción y que durante esta edición también tiene presencia.

A su vez, aunque de un modo más fantástico en la tira juvenil que en ésta, también se repite el tema de borrar recuerdos y cambiar personalidades, que en la tira de Telefe sufrieron muchos de los chicos y en la telenovela de El Trece sufre Rafael (Federico Amador).

De hecho él, al igual que Simón (Pablo Martínez), era sólo un muchacho canchero y, poco a poco, por acción de los otros, terminó convertido en un monstruo.

Dos historias muy bien narradas, con senderos que pocos se animan a transitar en ambos géneros (el infantil y el adulto) se asimilan en aquellos rasgos que permiten dilucidar la presencia de un mismo autor.

Porque aunque en apariencia Casi ángeles y Herederos de una venganza no se parezcan en nada, están escritas con la misma pluma y se nota.


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